En la tarde de hoy, la Selección Colombia se enfrenta a su similar de Japón en Cuiabá, por el Mundial de Brasil 2014. Es el último enfrentamiento de la fase inicial de grupos, en la cual el combinado cafetero ha obtenido gran rédito: dos partidos jugados hasta ahora, dos ganados, seis puntos de seis posibles y, más allá de las cifras, gran personalidad de juego, derroche de talento y alegría, y el empuje de una hinchada fiel y apasionada que ha sabido acompañar a su equipo de manera sonora. Todo ello nos lleva al histórico resultado de clasificar, después de 24 años, a instancia de octavos de final en una cita mundialista. Y gran parte de ese mérito le corresponde al cuerpo técnico, encabezado por el argentino José Néstor Pékerman.
Las alabanzas y agradecimientos para el estratega entrerriano han venido en aumento desde su primera victoria al frente de la Selección, un amistoso 2-0 ante México, en el Sun Life Arena de Miami, el 29 de Febrero de 2012. Se notó una filosofía y estilo diferentes sobre el césped, una dinámica distinta. Parecía quedar atrás el fútbol de toque etéreo e infértil, la creación errática, el nerviosismo ansioso que impedía conseguir, asegurar o defender resultados. Había algo que había cambiado, más allá que el planteamiento táctico, los desplazamientos, las posiciones, las estrategias: algo había sido tocado en la mente de los jugadores.
La era Pékerman inició, más allá de los resultados, curtiéndose poco a poco con una identidad mental, con una motivación insólita, con una inspiración heroica y casi religiosa, en torno a la idea implantada por el cuerpo técnico entrante. Se notaba en el grupo empuje, entrega, gallardía, y una solidez temperamental que supo despertar aplausos y gritos en una hinchada ilusionada en el juego de su nuevo equipo favorito, retornar la fe de los escépticos, y avivar el sueño mundialista en aquellos que lo echaron tanto de menos por década y media, y en aquellos que jamás lo habían soñado. De repente, el país que ha sabido ser eterno soñador en la punta norte de un continente que se aferra a sus sueños como la carne se aferra al hueso, había encontrado su musa favorita, una razón para sonreír en medio de la selva de tragicomedias que ha sabido ser nuestra realidad colombiana.
Y así llegaron los triunfos, la admiración de propios y extraños, la atención al talento de nuestras figuras y a la cohesión del equipo, el ránking FIFA, los goles y golazos, las celebraciones, los nuevos patrocinios... la clasificación a la máxima cita obital. Y en medio del júbilo y el bullicio, Pékerman guardó silencio, conservó siempre la calma, hacía llamado a la humildad, al "aún no se ha ganado nada".
Pero en esta patria del Sagrado Corazón siempre debe erigirse una efigie, siempre deben prenderse unas velas. Se señaló al factor diferenciador, y se le llevó en andas. Héroe por sobre cualquier Superman, Batman o Spiderman, se talló en mármol el nombre de Pékerman como nuevo adalid de la República, junto a Falcao, 'El Tigre' que empezó a rugir con aplaudida fuerza del otro lado del charco. Entonces, salió la tan sonada frase de "Pékerman Presidente", al principio tomada como chascarrillo exagerado, pero hace una semana ya tenía la dimensión de deseo utópico, ante la decepción y desconfianza de la gente frente a nuestro panorama político y, especialmente, con el abanico de candidatos presidenciales.
No pocos fueron los tarjetones electorales que fueron (seguramente bajo la sonrisa de incredulidad de los jurados) declarados nulos al tener escritos el nombre del seleccionador. Incontables los memes que pulularon en las redes sociales, esgrimiendo tal rutilante idea. Era una intención real para muchos, una manera de escape, de protesta y castigo para los gobernantes, para la aparentemente sempiterna corrupción que nos rige, y ante todo, como respuesta que acompaña la frustración general de un país ante las promesas incumplidas, las nuevas promesas que no se sabe si se cumplirán, y el escándalo sobre las campañas electorales. Pero también, sí, como reconocimiento al nuevo héroe nacional, aquél que se consideraba enarbolaba la idea de hacer las cosas bien hechas, de cumplir, de lograr.
Reflexionaba esta mañana sobre tan interesante hecho, tan propio de la irónica y variopinta historia e idiosincrasia colombiana. Trataba de entender el por qué, más allá de lo que la evidente lógica indica: buen fútbol, victorias, clasificación al Mundial, clasificación a octavos... Sorpresa grata me llevé cuando mi divagar de ideas me llevó a una conclusión un tanto abstracta pero sin dudas verosímil: la Selección es (y debe ser) un reflejo del país.
Me permito elaborar mi idea. En principio, debe haber variedad e inclusión, gente de diferentes regiones, lo mejor de diferentes equipos. Tenemos diferentes razas, orígenes, costumbres. Atrás quedan ya las tal llamadas 'roscas' que otrora mandaban como criterio diferenciador y excluyente en cada convocatoria. También vemos cómo el cuerpo técnico (en sí mismo de otro origen) logra integrar esa variedad bajo una misma identidad y sinergia, para que trabajen en equipo en búsqueda de un propósito común.
Si hablamos de variedad, hay que mencionar que también se integran juventud con experiencia para contribuirse mutuamente. Destacable que tengamos en la plantilla a Faryd Mondragón, quien con 43 años recién cumplidos vuelve al Mundial tras estar presente en el último que disputó Colombia, Francia '98. También dice "presente" el gran Mario Alberto Yepes, con 38 años y a gran nivel en la zaga colombiana. En el otro extremo, James Rodríguez con 22 años, Juan Fernando Quintero con 21, ya han comprobado sus intenciones de 'cracks' de presente y futuro. Tanto en juveniles con en veteranos ha sabido confiar Pékerman: recordar el cambio que realizó el argentino ante Costa de Marfil, cuando ingresó Quintero por Ibarbo, y el joven paisa fue el revulsivo que el partido necesitaba para decantarse a favor de los cafeteros. El cucuteño que lleva el mítico dorsal '10' encima del número ha sabido echarse al equipo a cuestas en lo concerniente a las transiciones defensa-ataque y a la creación de juego. Estos muchachos tienen tanto talento, que el cuerpo técnico ha sabido guiar con la ayuda de los mencionados veteranos, quienes con su testimonio de vivencias les recuerdan que hay que ir paso a paso, y nunca dejar de prepararse con dedicación y profesionalismo. Ellos a su vez se ven motivados por la pasión juvenil y la ilusión que acompaña a su talento.
Si hablamos de variedad, hay que mencionar que también se integran juventud con experiencia para contribuirse mutuamente. Destacable que tengamos en la plantilla a Faryd Mondragón, quien con 43 años recién cumplidos vuelve al Mundial tras estar presente en el último que disputó Colombia, Francia '98. También dice "presente" el gran Mario Alberto Yepes, con 38 años y a gran nivel en la zaga colombiana. En el otro extremo, James Rodríguez con 22 años, Juan Fernando Quintero con 21, ya han comprobado sus intenciones de 'cracks' de presente y futuro. Tanto en juveniles con en veteranos ha sabido confiar Pékerman: recordar el cambio que realizó el argentino ante Costa de Marfil, cuando ingresó Quintero por Ibarbo, y el joven paisa fue el revulsivo que el partido necesitaba para decantarse a favor de los cafeteros. El cucuteño que lleva el mítico dorsal '10' encima del número ha sabido echarse al equipo a cuestas en lo concerniente a las transiciones defensa-ataque y a la creación de juego. Estos muchachos tienen tanto talento, que el cuerpo técnico ha sabido guiar con la ayuda de los mencionados veteranos, quienes con su testimonio de vivencias les recuerdan que hay que ir paso a paso, y nunca dejar de prepararse con dedicación y profesionalismo. Ellos a su vez se ven motivados por la pasión juvenil y la ilusión que acompaña a su talento.
Existe también concentración y dedicación exclusiva al trabajo bien hecho, a la preparación física y mental. No hay favoritismos, no hay filtraciones ni escándalos, no hay individualismos. Se nota el trabajo de equipo y conciencia del mismo. Se ha sabido alejarse de las influencias egoístas de cierto sector de la prensa, y se ha dado vital importancia a analizar, estudiar al rival y al desempeño propio, interpretar y hacer auto-crítica constructiva y mejoramiento. Existe buen ambiente y motivación en la plantilla, lo cual es producto de una sólida gestión y transparencia en el diálogo interno. Ante todo ha primado el mantra del 'paso-a-paso', de tener la perspectiva de un todo, un proyecto a futuro, el saber hablar y guardar silencio. Todo ello, sin nunca perder la humildad que desde el mismo entrenador se ha extendido hasta todos los integrantes de la Selección.
Inclusión, confianza, profesionalismo, dedicación, y mucha preparación y trabajo han sido las claves del éxito para esta Selección (no sólo el de Pékerman). Pero ha sido este cuerpo técnico quien ha señalado el camino que nuestros jugadores han andado. Realmente no es sorpresa: es lo que siempre se nos ha dicho desde pequeños, en casa y en la escuela, que debemos hacer, que son las claves para un brillante futuro para nuestro país. Entonces, ¿qué ha pasado?
Pues que hemos hecho lo diametralmente opuesto. Cada quien ve y lucha por lo suyo. Se quiere todo gratis, o lo que menos cueste. Impera la política del "dinero fácil", menospreciamos la virtud de la disciplina y el trabajo fuerte. Se deja de lado la planificación, y buscamos la inmediata satisfacción. No acabo de describir tan sólo a nuestros gobernantes, sino a virtualmente todo habitante de este país, enseñado en la "cultura de calle" que es la que verdaderamente nos rige a diario.
Resulta, pues, que ponemos laureles ahora a quien hace lo que debe hacerse, pero no examinamos qué debemos hacer nosotros.
No, Pékerman no puede ser nuestro Presidente. Pero nuestro Presidente debería ser como Pékerman. Humilde, silente, trabajador, serio, responsable. Que sepa elaborar un plan, y seguirlo a rajatabla. Que imprima disciplina y profesionalismo, que no busque su propia fama sino el cumplirle a un país, el alcanzar unos objetivos por la vía honrada. Y nosotros todos, debemos ser como Mondragón, como Yepes, como James, como Quintero, como Teo, como Cuadrado, como Armero, como Ospina... Sin importar nuestro origen, edad, o color de piel, reconocer que somos colombianos, ponernos la camiseta y sudarla, trabajar duro a diario por los objetivos comunes que siempre deben primar sobre los personales. Aceptar que si no está Falcao para hacer goles debemos hacerlos nosotros. Que nadie esperaba nada de nosotros pero siempre hay lugar para las sorpresas. Que nadie nos va a regalar nada, y si hemos de ganar algo, hemos de ganarlo a pulso, fruto del esfuerzo, del sacrificio. Que debemos dejarlo todo en la cancha y en la calle, que cuando nos falte el aire nos podamos dar ánimos e inspirarnos a intentar un esfuerzo más, complementando nuestros talentos. Y que debemos celebrar, sí, con mucha alegría y optimismo, pero sólo después de haber marcado un gol, y nunca antes de tiempo.
Ante todo, que sepamos ser nosotros mismos, y buscar ser mejores exaltando nuestras virtudes y mejorando nuestros defectos.
Gracias, muchachos. Por ser ejemplo para todos nosotros. Y gracias, Pékerman y cuerpo técnico, por guiarlos. Sin importar cuán alto nos dejen, nos han hecho mucho más bien de lo que en vida podremos agradecer. Ahora nos corresponde a nosotros ganarnos nuestro Mundial a diario.
Inclusión, confianza, profesionalismo, dedicación, y mucha preparación y trabajo han sido las claves del éxito para esta Selección (no sólo el de Pékerman). Pero ha sido este cuerpo técnico quien ha señalado el camino que nuestros jugadores han andado. Realmente no es sorpresa: es lo que siempre se nos ha dicho desde pequeños, en casa y en la escuela, que debemos hacer, que son las claves para un brillante futuro para nuestro país. Entonces, ¿qué ha pasado?
Pues que hemos hecho lo diametralmente opuesto. Cada quien ve y lucha por lo suyo. Se quiere todo gratis, o lo que menos cueste. Impera la política del "dinero fácil", menospreciamos la virtud de la disciplina y el trabajo fuerte. Se deja de lado la planificación, y buscamos la inmediata satisfacción. No acabo de describir tan sólo a nuestros gobernantes, sino a virtualmente todo habitante de este país, enseñado en la "cultura de calle" que es la que verdaderamente nos rige a diario.
Resulta, pues, que ponemos laureles ahora a quien hace lo que debe hacerse, pero no examinamos qué debemos hacer nosotros.
No, Pékerman no puede ser nuestro Presidente. Pero nuestro Presidente debería ser como Pékerman. Humilde, silente, trabajador, serio, responsable. Que sepa elaborar un plan, y seguirlo a rajatabla. Que imprima disciplina y profesionalismo, que no busque su propia fama sino el cumplirle a un país, el alcanzar unos objetivos por la vía honrada. Y nosotros todos, debemos ser como Mondragón, como Yepes, como James, como Quintero, como Teo, como Cuadrado, como Armero, como Ospina... Sin importar nuestro origen, edad, o color de piel, reconocer que somos colombianos, ponernos la camiseta y sudarla, trabajar duro a diario por los objetivos comunes que siempre deben primar sobre los personales. Aceptar que si no está Falcao para hacer goles debemos hacerlos nosotros. Que nadie esperaba nada de nosotros pero siempre hay lugar para las sorpresas. Que nadie nos va a regalar nada, y si hemos de ganar algo, hemos de ganarlo a pulso, fruto del esfuerzo, del sacrificio. Que debemos dejarlo todo en la cancha y en la calle, que cuando nos falte el aire nos podamos dar ánimos e inspirarnos a intentar un esfuerzo más, complementando nuestros talentos. Y que debemos celebrar, sí, con mucha alegría y optimismo, pero sólo después de haber marcado un gol, y nunca antes de tiempo.
Ante todo, que sepamos ser nosotros mismos, y buscar ser mejores exaltando nuestras virtudes y mejorando nuestros defectos.
Gracias, muchachos. Por ser ejemplo para todos nosotros. Y gracias, Pékerman y cuerpo técnico, por guiarlos. Sin importar cuán alto nos dejen, nos han hecho mucho más bien de lo que en vida podremos agradecer. Ahora nos corresponde a nosotros ganarnos nuestro Mundial a diario.
Queremos ir detrás de ustedes.
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