Humanos, clásicos hay muchos. Pero de ellos, sólo uno merece ser llamado "El Clásico", con todo y mayúsculas. Y música instrumental con coro de fondo.
Real Madrid - Barcelona, Barcelona - Real Madrid, míresele por donde se mire, siempre es un duelo entre titanes. Entre los dos más titanes del fútbol. Si eres un ejemplar masculino, sabrás de lo que te hablo (a menos que haya algún problema con tu masculinidad, o que seas gringo; esa gente tiene problemas).
Ahora, dejo desde ya por sentado que mi corazón blanco es. Soy madridista desde hace tiempo. No sé cuándo ni cómo; un buen día les vi jugar sobre el verde césped del Bernabéu, y creí que eran ángeles. Me enamoré de su juego, de su estilo, de su arrogancia. Sí, dicen que el Madrid es arrogante. Y lo es, a mucha honra. Porque no es un escudo cualquiera. Porque la historia nos pesa. Porque blancos hay muchos. Pero blanco Madrid, sólo uno.
¡Aplaudid al Campeón del Siglo, chavales! |
Pero el hecho de que sea madridista, no me hace antibarcelonista. Es ridícula la noción de porque se ame a uno se odie a muerte al otro, al menos en mi parecer. Porque Madrid y Barcelona no son polos opuestos: son complementos. No podrían ser lo que son sin el otro. No se concibe una Liga sin uno de ellos. Ninguno de ellos ha descendido a Segunda en su historia -y la verdad, ninguno quiere que el otro descienda.
Y es que reconozco -hay que hacerlo- lo que ha logrado el Barcelona en los últimos años. No sólo los triunfos que han cosechado de la mano de Guardiola, sino su filosofía, su juego, ese teamgeist que es marca registrada en la historia del deporte. Reconozco que, por la continuidad del proceso, hoy día Barcelona es más equipo que el Real Madrid, y que cualquiera. Llevan mucho tiempo jugando los mismos, se conocen entre ellos, y su juego. La gran mayoría son de la cantera, criados en La Masía, y por tanto crecen con el ADN blaugrana en sus venas. El Real, como ha dicho Mourinho reiteradamente, apenas está en construcción (gracias a las increíbles y malabaristas cualidades destructivas de sus directivas).
Pero pasemos a la batalla. Siempre El Clásico se vive a gran intensidad, tanto por los jugadores, como por el cuerpo técnico, las gradas, y los millones de aficionados (o simpatizantes, o curiosos) que lo siguen alrededor del mundo. Con el pitido inicial la Tierra se detiene, y no vuelve a girar sino hasta el pitido final, cuando empiezan a pesar las repercusiones que ha generado. De cada Clásico se comenta un año entero, y siempre cada uno de ellos es importante. Porque siempre se está jugando algo, más allá que el honor.
Y esta temporada tiene mucho morbo. Porque no es normal, tener cinco Clásicos en un año. Más aún, si cuatro de ellos se juegan en un período de 18 días. Más aún, si en uno se juega las chances (matemáticas, al menos) de Liga, en otro el título de Copa del Rey, y en los otros dos la clasificación a la Final de Europa (¡Oh, pero cuánto hubiese deseado que el enfrentamiento titánico se hubiese reservado para Wembley!). Y la cereza encima del chantilly, es que el primer Clásico de la temporada, el que ya se jugó el año pasado, en feudo culé, lo ganó el Barcelona por un apabullante y contundente 5-0.
El Real (Madrid, que no Cartagena) es una bestia herida, con hambre de sangre blaugrana. Se sabe que más allá de la exigencia lógica y la expectativa de todos porque este año tampoco se nos vaya en blanco, está la posibilidad de regodearse en el hecho de poder arrebatarle títulos de las narices de su eterno némesis. Queda fresca aún en la mente merengue la imagen de las miles de 'manitas' en el Camp Nou. Pero también queda fresca en la mente de Mourinho (y de más de un culé) la imagen de hace un año: un Inter de la mano del portugués, celebrando en ese mismo estadio, entre aspersores. Sí, Mourinho sabe que puede. El Madrid, también. Y eso es lo que perturba las apuestas. Aquí no hay pulpo Paul que valga.
Para sumar más argumentos, sépase que si bien la campaña del Madrid en Liga no ha sido tan pulcra como la del Barcelona, en Copa del Rey y Champions League ha sido otra cosa. En ambas competiciones, por lejos el mejor equipo. E imbatido, hasta donde sé. Por otro lado, las lesiones de Puyol y Abidal han mermado mucho en el aparte defensivo a un Barcelona al cual le empieza ya a pasar factura el cansancio, y que ha perdido un poco el brillo y la inspiración. Pesa en las piernas ya la larga temporada, el jugar a tope tres competiciones (cuatro con la Supercopa) y haber ganado España con columna vertebral blaugrana el Mundial el verano pasado no es algo gratuito. Y aunque no son tan 'messidependientes', en definitiva son algo completamente distinto cuando el diminuto 10 argentino está enchufado.
Desde Noviembre, desde el 5-0, el Real Madrid es más equipo. Más disciplinado. Más responsable en defensa, con Pepe y Carvalho como grandes patrones. Sumado con el patronazgo de Xabi Alonso, la excentricidad y atrevimiento de Khedira, los siempre temibles recortes y regates de Cristiano, la velocidad, fuerza y talento de Di María o Marcelo, y con el refuerzo de 'Manolito' Adebayor y con un Benzemá 'recargado' a punta de críticas, hacen de este equipo algo distinto. La personalidad definida e impermeable de su entrenador ha calado en el equipo, y eso sin dudas genera una cohesión importante para hacer cara a la vertiginosidad barcelonista.
Mourinho es más y mejor entrenador que Pep. No sólo por la experiencia, sino por el estilo. El fuerte de Guardiola es la motivación, la inspiración, la pasión. Por otro lado, Mourinho es más frío, calculador, metódico. Siendo el 'Special One' que es, su calidad de adalid del planteamiento táctico es indiscutible. Aunque a muchos no les gustara que con el Inter se defendiera con nueve, incluso poniendo a Eto'o a recuperar balones, lo importante es que funcionó. El show del portugués no es tanto en el campo como lo es en las ruedas de prensa; ahí él sí es el alma de la fiesta. Más que todo, en el césped le gusta lo práctico, la efectividad. Guardiola es más un motivador, un "padre". Lo cual le funciona al Barcelona, porque es un equipo al cual no le necesitas dar una táctica que ya lleva en su genética.
Pero a pesar de todo, estas cuatro batallas venideras no se ganarán en el banquillo. Se ganan en el terreno de juego. Un terreno de juego que sólo será local para los culés en el último enfrentamiento, el partido de vuelta de la semifinal de Champions. El de ida y el de mañana de Liga se juegan en Madrid. La final de Copa, en campo neutral (si es que se le puede llamar 'neutral' a Mestalla). El resultado dependerá mucho de la fortaleza mental de los jugadores, la capacidad para aguantar la presión, y la claridad para resolver las ocasiones.
Lo clásico de los Clásicos: el morbo, la expectativa, la ilusión, las opiniones encontradas, la incertidumbre. El silencio ansioso que anticipa al pitido inicial. La pelota también guarda silencio, testigo fiel de las emociones y sentimientos que se encaran cuando los dos más grandes se encuentran. Otro nivel, otro torneo, otra galaxia. Lo clásico de los Clásicos: que al final de 90 minutos, sólo uno sea considerado ganador, mientras el otro queda fraguando la revancha, y nosotros, admiradores del buen juego, demos gracias porque existe el fútbol.
Pero ante todo, lo clásico de los Clásicos, es que nunca dejarán de ser. Barca y Madrid, Madrid y Barca. Por siempre.
Lo que separa a España, lo que separa al mundo entero en dos, el fútbol lo une.
Quedan 24 horas.
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