viernes, 17 de junio de 2011

La sonrisa del payaso

Las palabras se las lleva el viento, pero las miradas son cincel que tallan el alma.


Está todo listo para la función. Las luces, el escenario, los malabaristas y los animales. El olor a circo, tan particular, que Miguel había conocido desde que tenía cinco, penetraba hasta lo más profundo de su alma. Sí, ese olor tan característico, siempre le inspira. Quell'odore. Vesti la giubba, e la faccia infarina.

En la radio, esa canción. "Las palabras se las lleva el viento, pero las miradas son cincel que tallan el alma". En su corazón, un gran pesar. Ella, por quién deshojaba margaritas, día tras día. Otro episodio de aquellos que Miguel creía habían sido sepultados ya en el cementerio de los recuerdos. "Una semana no es un mes, lo sabes", le había dicho, mientras se rompían tantas promesas sonrientes. Ya no sabía si construía castillos de naipes sobre una nube. El corazón contristado, las lágrimas le corrían el maquillaje... ¡Pero toca actuar! Aunque se esté preso del delirio.

"Las palabras sólo duelen cuando te importa quien las dice", decía su abuela. Éstas habían ido y venido, cual balas en medio de un tiroteo. No podría imaginarse cuánto ella lo quería, pero las circunstancias y problemas de la cotidianidad hacen que cualquier hombre se desespere. Pero, ¿acaso era Miguel un hombre? ¡Bah! Tu se' Pagliaccio!

Porque es Miguel el payaso de un circo. La gente paga para verle reír. Ridi, Pagliaccio, ¡y todos te aplaudirán!

Es ese payaso, de cara blanca, exagerada sonrisa carmesí, que lleva ya 32 años bajo la misma carpa y en diferentes suelos, dando a otros de la alegría que él jamás podría tener. Vivir en felicidades ajenas es un tanto mejor que morir en las desgracias propias.

Mientras veo en la sonrisa de Miguel un poco de nosotros mismos, esperaré a que toquen a mi puerta.

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