Bueno, después de un tiempo, desempolvo este blog inoficioso, para ver qué se puede hacer con él.
¿No te has dado cuenta alguna vez cuán diminuto eres en la infinitud del universo? Somos como pequeñísimas partículas en medio de una amplia inmensidad de planetas, de estrellas, de agujeros negros (¿o blancos?), de constelaciones, de supernovas, etc. Desde el planeta Tierra (nuestro chiquero hogar) hasta Omicron Persei 8 (tal y como se ve en Futurama) existen millones de años luz -par de siglos luz, tal vez- de distancia.
O al menos eso estimamos, no lo sabemos, aún no hemos caminado esa distancia.
¿Y sabes? La ciencia es engañosa. Porque más de la mitad de su conocimiento está edificado sobre conjeturas y suposiciones. "Creemos que tal cosa puede ser así"... "¿Y en qué se basa, señor científico noruego de largas greñas color rojo fuego y barba selváticamente tupida, para hacer esa aseveración?" "Pues en la teoría de no-se-qué, inventada por no-se-quién, en un viaje acetalisílico". Suposiciones sobre suposiciones. Enormes supositorios.
No me malinterpretes, la ciencia es buena. Es como una chica sana y estudiosa, que a pesar de los lentes tiene linda sonrisa, y que no estaría mal para llevarla a comer un helado a McDonald's (a Crepes no, sin embargo; sería mucha boleta). Es sólo que a veces la ciencia se convierte en una enorme paradoja rocambolesca que no sabe ni adónde viene ni para dónde va. Y eso sucede, cuando el hombre intenta buscar respuestas que no puede hallar, ni con una escalera bomberil. Más allá de su propio entendimiento.
Alcanzar lo inalcanzable, el sueño de todo homo sapiens (y algún otro "homo"). Pasó con Yuri Gagarin, con el Apollo 11, con Diomedes Díaz, y así muchos otros. Pero bueno, que ya me he hecho un lío. El punto es, después de todo, sin importar tu color de piel, tus riquezas o fama, o de qué lado de la cama te levantes, eres una diminuta partícula en la inmensidad del universo. Un ser normal; que va al baño a hacer del 1, del 2 (a veces del 3, sin que se den cuenta, ¡eh, pillín!); que se pone los pantalones una pierna a la vez; y que sin importar si usas capa y calzones afuera de los jeans no vuelas como Superman (no lo intentes; yo una vez lo hice, y quedé como soy). Es cierto, todo el mundo va al baño, tanto en New York como en Tula (Rusia); desde Rio de Janeiro hasta el río más puerco del África. Y hasta en Japón-pón. Aunque ahora allá están desbordados los bacinetes. Una pena; saludo de solidaridad para ellos.
Mas sin embargo, empero, nevertheless... aunque seas una diminuta partícula, un minúsculo grano de arena en la inmensidad del mar, un liliputiense ácaro parásito chupasangre de tus viejos... eres todo un mundo. Para otros. Para ti mismo. ¡Sí! Quién lo creyera. Eres valioso, y tu imaginación y creatividad puede ser más vasta que los océanos. Y eres único: no hay otro ácaro como tú.
Así, pues, a pesar de que parezcas ser nada, eres algo. Eres alguien. Muy importante. Dios te creó (si no crees en Dios, pues tú decide quién te creó, pero no te creaste a ti mismo, eso es seguro) y cumples una función específica en esta sociedad marchita. No te creas poco: una persona es una persona, sin importar cuán pequeña sea (¡Gracias, hortero Horton!).
Ahora que eres alguien, debes aprender a hacer algo útil y productivo con tu vida. ¿Qué debes hacer? Yo no soy tu padre, no podría decirte. Pero leer este blog quizás te ayudará (no garantizo resultados, y no devuelvo el billete). Ser inteligente es saber vivir. Y espero con mis palabras abrir tu mente. O al menos provocarte una indigestión. Pero seguramente aprendas a pensar, al reflexionar sobre cualquier locura que se me ocurra, mientras hablamos bajo la luz de la luna de poco un todo.